La palabra solidaridad es un término muy trajinado por los políticos de décadas anteriores. Según ellos, la economía de mercado es tan egoísta e inhumana que habría que sustituirla por el sistema denominado Economía de Solidaridad.En el Perú hemos tenido muchos ejemplos de solidaridad impuesta en las décadas pasadas, cuyos resultados han sido de lo menos solidario .Recordemos, por ejemplo, las “donaciones deducibles de impuestos “para promover la educación y la salud. Lo que sucedía frecuentemente con ellas era que los “donantes” acordaban con los beneficiarios que, en el recibo que éstos emitían, figurase una cifra tres o cuatro veces mayor que la donación real. De ese modo, quien realmente se beneficiaba era el donante.
Ahí tenemos, los subsidios a los artículos de primera necesidad, que tantos gobiernos han practicado con el objeto de que la gente pobre tuviera determinados consumos “garantizados” y no sufriera un detrimento adicional en su nivel de vida. El no cobrar agua en los barrios más pobres, por mencionar un caso, hace que el gobierno pierda ingresos y no pueda seguir dotando de agua a mucho más pobres, que tienen que pagar por el agua que consiguen más de lo que se paga por ella en los barrios acomodados.
Las expropiaciones en nombre de la solidaridad son un caso aparte .la Reforma Agraria de Velasco, por ejemplo, expropió la tierra para supuestamente entregársela a los campesinos desposeídos. Después de muchos años vemos que el agro se encuentra estancado, empobrecido y quebrado .Nada resolvió esta medida de pretendida equidad y solidaridad. Sólo creó más pobreza como las otras medidas de este régimen.
La economía de mercado no está reñida con el concepto de solidaridad. Dentro de ella la solidaridad se puede practicar voluntariamente pues ningún agente económico va a perder competitividad o eficiencia si decide redistribuir los frutos de su trabajo. Pues así mismo existe solidaridad impuesta por el estado siempre y cuando se materialice a través de la política fiscal. En cuanto a la determinación de los gastos verdaderamente fundamentados en la solidaridad, la elección no es fácil, totalmente ajena a como se le dio trato en décadas anteriores (70-80-90). En primer lugar establecer el tipo de gasto, segundo, considerar el financiamiento de cada gasto, y tercer lugar, determinar con que tipo de impuestos se vana a financiar los gastos públicos fundamentados en la solidaridad.
Muchos gobiernos, (70-80-90), propugnaron la economía de la solidaridad, pero ellos no fueron conscientes del peligro muy serio que entraña, pues si bien el propósito puede ser reducir al máximo posible el número de necesitados , las medidas concretas que tal manejo económico supone m acaban por fabricar un número de pobres mayor que el inicial.
Ignorar los principios económicos, cuando se piensa en la solidaridad es cualquier cosa mucho menos ético, porque la ética bien entendida, es aquella que permite que el número de necesitados sin atender se reduzca, al mínimo posible” Dejemos que la economía funcione y no le pongamos trabas en nombre de la solidaridad. [1]
No hay lonche gratis
Definitivamente, las facturas siempre se pagan .Ello no quiere decir que siempre las paga quien debe, ya que algunas veces los grupos de interés logran pasarle la factura al resto de la población. Al recibir una ventaja del gobierno por ejemplo jubilarse, a temprana edad o con sueldos del personal activo, o subsidiar la producción nacional con los impuestos a la importación , hacen que se financie con el dinero de los demás.
La pobreza se combate creando riqueza
Quitar riqueza a los que tienen para dársela a los que no tienen es el camino seguro para empobrecer un país. Igualar es sinónimo de empobrecer .Siempre se requiere igualar abajo, en lugar de permitir que se crezca hacia arriba.
El éxito no debe penalizarse sino premiarse .Lamentablemente, en nuestros países el éxito se ha equiparado al robo o a la explotación .Hay que desterrar estos complejos y tabúes. El éxito deber ser bienvenido y debe buscarse que todos tengamos las posibilidades de lograrlo con políticas que permitan igualdad ante la ley
Alfred Marsall , un economista ingles dijo que un buen economista es aquel que pone “ la cabeza fría al servicio del corazón caliente” Quien hace lo contrario , se convierte en victima de su sensibilidad y termina fabricando más
“Un buen economista es aquel que pone “la cabeza fría al servicio del corazón caliente” Quien hace lo contrario, se convierte en victima de su sensibilidad y termina fabricando más pobres·



